LA MESA DE CÓNSUL O MESA CONSOLA
El primer nombre es el que usábamos en mi casa para la mesa de caoba que junto a las sillas de medallón y otra mesa sencilla y de más uso, amueblaban la sala en mi niñez.
Era una mesa de buena madera de poco más de medio metro de ancho y algo más de un metro de largo que para compensar su inestabilidad, que la condenaba a ir pegada a la pared, destacaban sus dos únicos soportes frontales torneados en toda su extensión que le daban un aire sofisticado y elegante para terminar en dos bolas que la apoyaban al suelo.
Sobre la misma descansaban dos esculturas religiosas, una virgen con niño de cuyo manto salían querubines y un crucifijo y delante de ellos una azucarera de porcelana y una gallina de cristal que supongo con función de joyero, reliquias familiares que conservo de ese pasado y qué gracias a ese sentido del recuerdo y el respeto a los nuestros que defendía mi madre me los entregó, junto a otros detalles más, cuando me casé y hoy valoro con tanto cariño tenerlos y mucho más ese sentimiento de mi madre de mantener el recuerdo de los nuestros.
Esa mesa y los detalles que la acompañaban pertenecieron a mi abuela paterna, Julia, a la que no llegué a conocer personalmente, pues falleció antes de yo nacer, pero sí que supe de ella a través del cariño que mi padre le profesaba.
22 de agosto de 2024.