jueves, 14 de julio de 2016

La agricultura a través de mis recuerdos




La actividad agrícola a través de mis recuerdos (Arafo 1968-1973)



   En mi niñez la economía del pueblo se basaba en la agricultura de pequeños propietarios. Según tengo entendido, esto era un valor muy importante que arrastraban desde generaciones atrás los araferos frente a otros pueblos pues en Arafo casi todas las familias tenían alguna huerta  o cantero que le permitía comer algo y en la pobreza vivir con cierta libertad y a veces algún miembro de la familia trabajaba de peón de los que eran dueños de más tierras o en el duro trabajo de abrir o trabajar en las galerías de agua ya existentes, frente a pueblos donde el cacique histórico se sentía dueño de  la vida de sus empleados. Siempre se oía a nuestros mayores aquello de "No hay nada más triste que no tener un cantero donde caerse muerto".
 Como economía y población son consecuencia directa, quizá éste fuera el motivo principal por el que siempre fue un pueblo pequeño, donde todos se conocían. Sin contrastar con los datos del censo, en mi niñez recuerdo que siempre nos decían que la población andaba sobre los tres mil habitantes, a pesar de la llegada de algunas familias de inmigrantes que procedían principalmente de barrios de La Orotava.
 La economía agrícola de aquella época continuaba estando encauzada en parte, por la iniciativa empresarial que allá por la década de los cincuenta llevaron dos familias, Florentín Castro padre e hijo y los Hnos. Curbelo junto a su padre, (los progenitores venidos de Cuba en décadas anteriores con capital que invirtieron en el pueblo). Destacaron como propietarios de tierras y agua construyendo sus propias charcas y mejoraron en su empresa por haberse lanzado a la exportación de papas y tomates a Inglaterra, que con sus fincas a toda producción proporcionaron puestos de trabajo a jornaleros en el pueblo y, sobre todo, en sus salones donde se empaquetaba para la exportación de sus cosechas, así como de la cosecha de los pequeños agricultores que la llevaban a sus salones. Recuerdo contar a la familia que se les vendía la cosecha y se les compraba el agua, las “papas de semillas”, algún abono y al final entre el debe y el haber, se iban a casa casi sin nada. Supongo que esto motivaría que surgiera la competencia como fue la Cooperativa Agrícola que duró unos años pero que finalmente también produjo descontento entre los usuarios, entre ellos mi padre, y desapareció siendo los intermediarios o “gangocheros” , figura que hasta el grupo musical Los Sabandeños les dedican una satírica canción, los que cogieron más auge llevando las cosechas al mercado capitalino y a los puestos para exportación, pues recuerdo oír a mi padre que le subían el precio a sus tomates cuando eran grandes y su gangochero le decía que esos eran para el mercado exterior. Es de destacar que algunas mujeres lanzadas para aquella época empezaron llevando en la guagua pública, o aprovechando el viaje, de  los camiones de los primeros vecinos que se dedicaron al transporte en el pueblo, cajitas con verdura para vender en el mercado de Sta. Cruz como fueron Pepa, Eva. Luego algunos hombres se sacaron el permiso de conducir, unos mientras hicieron el servicio militar y otros que aprendieron con algún conocido, que era lo más habitual en aquella época o en las escuelas para tal fin que solo estaban en Sta. Cruz. Recuerdo entre los gangocheros a: César y Vieras, que en realidad César había comenzado yendo también en camiones o guagua, pero se compró un camión asociándose con Vieras que tenía el permiso de conducir, Maruca y Francisco que al principio pagaban a un vecino que en su furgoneta les acompañase al mercado pero con el tiempo Francisco sacaría el permiso de conducir y se haría con un camionito; también Nergio,  Evelio el de Martinito, luego Saturnino y Melquiádes, Diego, Onelio, también recogían nuestras cosechas gangocheros de Gúímar o Malpaís de Candelaria...



   También Evaristo, tal vez regresado de Venezuela con su dinerito, se dedicó a traer las papas de semilla y los abonos que se usaban por aquel entonces. Recuerdo a mi padre comprar guano,  amoníaco, nitro (supongo el famoso nitrato de Chile).
   Hago un inciso para aclarar el concepto de ”papas de semilla”, en realidad no es una semilla sino el propio tubérculo o tallo subterráneo que se trocea dejando en cada trozo, yemas u “ojos” de crecimiento por el que tras ser sembrada brotará la planta, y de cada una proliferará nuevos tubérculos que serán arrancados de la rama, pues los pequeños granos de semilla procedente de la flor, tiene un crecimiento muy lento que la hace inviable para el cultivo. Todos sabemos que esta planta es originaria de América, y que su uso en Europa se extiende ya en el siglo XVIII y XIX, que en nuestras islas se adaptaron bien las papas bonitas y negras, principalmente en el norte, pero después algún avispado inglés, vio en el clima de las islas el lugar adecuado para cultivar las papas que en su isla no se daba bien en los periodos de invierno, introduciendo las variedades que ellos habían elegido: up to date y King Edward, que a su vez en Canarias tienen el inconveniente pues no sirve reservar papas de la cosecha para luego sembrar, con lo que se impuso una dependencia de la semilla inglesa, que nos compraba papas para ellos consumir, pero nos vendía las llamadas de semilla. Este cultivo tuvo una gran relevancia en todo el siglo XX cuando ya se contaba con el regadío al abrirse las galerías de agua.
   Volviendo a nuestro relato, comentar que no obstante las dos familias, Castro y Curbelo, seguían explotando sus fincas y la propiedad del agua tanto para el riego agrícola como para hacerla llegar a la capital de la isla a través del canal, pues allí se concentraba la mayor población y las industrias insulares. Por esta razón los que eran pequeños propietarios de acciones, le vendían sus horas de agua a estas familias, principalmente en invierno donde la lluvia hacía menos necesario el riego o incluso todo el año y cuando la necesitaban solicitaban o iban “a pedir agua”, al igual que los que no tenían acciones y  compraban la hora de agua, para que se la diesen el día que estaba destinada para la zona donde tenían sus canteros. Mi padre en verano no la vendía sino la cogía quincenalmente cuando el encargado o cañero que tenía cada Comunidad de regantes de la galería, le avisaba que estaba yendo por las acequias que pasaban por el borde de su finca, unas veces de madrugada linterna en mano, como primero había sido con el farol de cristal que protegía a la vela de cera para que no fuera apagada por el viento y que aún se conservaba en mi casa.
   De paso destacar que los regantes de la zona y las comunidades de agua, tenían que arreglar periódicamente las acequias o atarjeas o "tajeas", por donde ésta discurría. El proceso de traslado del agua hasta el cantero llevaba implícito una pérdida importante de este preciado líquido, también la forma de riego de aquella época: riego por surco, donde al virar la entrada del agua desde la acequia a la huerta, (previo taponamiento lo más hermético posible para que no se pierda agua continuando acequia abajo) se conduce al agua por un surco más ancho que llamaban “el macho” y que rodeada toda la huerta y se subdividía en machos interiores por los cuartones en que se dividía el cantero, para ir “virando el agua” o sea abriendo el pequeño talud de tierra a comienzo da cada surco del cuartón y dando tiempo a que ésta recorriera y se acumulara en cierta cantidad a lo largo de él, para luego ágilmente cerrar nuevamente el surco y abrir el siguiente y así sucesivamente. Como es obvio imaginar este antiguo sistema de riego con su largo recorrido antes de llegar a cada planta, filtraba una gran cantidad de agua que se desperdiciaba, siendo su único benefactor las semillas de múltiples "malashierbas" que el viento traía al cultivo y que con esta humedad gratuita prosperarían dando más trabajo al agricultor.

(Foto que no se corresponde con nadie mencionado, solo ha sido tomada de internet por representar lo expuesto)
    En este siglo XXI una rama de estos antiguos comerciantes del agua manifestando el espíritu empresarial de la familia llevó a cabo una importante inversión mejorado la distribución y control de consumo con una red de tuberías controladas por contador a pie de finca de los interesados, con lo que ya en buena parte del municipio no se depende del día que el agua pase por la zona de la finca.
     También es importante que los escasos agricultores profesionales o aficionados vayan implantando sistemas de riego que depositen el agua a pie de cada planta, riego por goteo y eviten la pérdida de este costoso elemento.


     Vinculado a la actividad agraria surgieron tiendas entre ferretería / casa del agricultor, recuerdo como la principal la que atendía Eutimio, propiedad se su tío Fernando el de Aurora, también la de Luis Marrero ambas en la subida desde El Pino, esta última se hallaba anexa al molino de gofio de su hijo Mario, aquí creo recordar que iba por los pequeños cristales de las ventanas, cuando se nos rompía alguno o por los fondos para las sillas de madera cuando alguna se nos desfondaba; y a ambos lados de la plaza: La de Eusebio el de Dª Josefina, donde alguna vez fui por millo de semilla y la de Alfonso Ferrera, el poeta, a la que tengo la impresión que nunca fui a comprar nada, pero recuerdo verla con su mostrador y al señor, ya mayor, sentado en una silla; un poco más arriba de la plaza estaba la de Ricardo, que era amigo y consuegro de mi abuelo Rafael y había sido alcalde, que era más bien ferretería y venta de útiles o herramientas agrícolas pero destacaba por ser la tienda donde se adquiría las bombonas de gas butano, pues la mayoría había abandonado el fogón de leña o los infiernillos por la flamante cocinilla de gas, pues aunque el primero sacaba unos caldos con el rico sabor a la leña, sus tiznados calderos fueron cayendo en el olvido. Luego se incorporarían como representantes de abonos y plaguicidas mi tío Fermín, Máximo Pestano,...
   En la de Eutimio, mi padre compraba los abonos que por aquel entonces ya se conseguían en el pueblo: los citados nitro, el guano y el amoníaco,... plaguicidas naturales como el azufre en polvo para parrales y tomateras para evitar la proliferación del hongo, el mildiu de la parra o "ceniza de las parras· o el oídio de la tomatera "que no les cayera enfermedad". También empezaron a venderse en el pueblo los de origen químico, algunos agricultores se  resistieron a usarlo por su coste o por temor a su composición, pero otros vieron en estos productos nuevos, la posibilidad de lograr aumentar la producción y terminaron abandonando la saludable agricultura ecológica, sacrificándola en aras de la prosperidad económica que permitiera a los suyos una vivienda más digna y confortable, acceder a sus hijos a estudios secundarios, siendo los jóvenes de esta época los que abrieron una brecha muy importante en este sentido. También Eutimio les aportaba los útiles para el trabajo agrícola: manojo o madeja de rafia para amarrar tomatera o alzar las parras, alambre grueso o “verga” para arreglar los parrales, "la guataca" (azada o sacho), la regadera metálica con su agujerada flor ("el regador"), las tijeras de poda, rastrillos, picos, palas y herramientas caseras como, cuchillos, tijeras, martillos, tenazas, alicates, clavos de diversos tamaños, que en mi niñez era habitual tener en casa. También ahí compraba el millo de semilla, las plantitas de cebollino. En cambio las horquetas, cañas y palos para parrales o tomateras, mi padre se las encargaba a un señor de fuera que las traía en su camión, desconozco como hacían el contacto igual era a través de Eutimio.
manojo de rafia

Hoy mientras escribía esto, oímos la armónica del afilador, que parado por debajo de mi casa hacía sonar su vieja melodía, ¡me pareció un sueño!, después de tantos años y justo ahora que intentaba recordar estos tiempos, me asomé al balcón a ver si era cierto y efectivamente estaba allí de espaldas al mar, subido en su bicicleta, como sacado de aquellos tiempos, había un joven con su máquina afiladora en la parte delantera, pensé en las veces que de pequeña periódicamente oíamos esa melodía y mi madre salía con tijeras y cuchillos para que se las amolara.
   Los cultivos a los que mis padres se dedicaron fueron: tomatera, papas, uvas, coliflor, en un tiempo mi padre probó con la platanera pero no tuvo éxito, otra vez se dedicó a la obtención de semillas de cebolla “granos de cebollino”, recuerdo que iba al interior del barranco a aventar en una cernidera para aislar el pequeño grano del resto de la resecada flor. Otra vez hizo un cultivo de berenjenas. Finalmente cansado de la dureza y constancia que estas actividades suponían, plantó un número importante de guayaberos, recuerdo que un día que los acompañé, mientras subíamos la cuesta del Barranco de Yóquina, me dio un fruto pequeño de aquellos y me dijo con ilusión, ¡verás que esto nos va a ayudar! De hecho guardé aquel pequeño fruto y lo tuve muchísimos años hasta que por descuido se me humedeció y contaminó de hongos, pero sí, los árboles crecieron y dieron muchos frutos que se sumó a que la venta de un terreno de su padre para la construcción de la autovía del sur, hoy autopista, permitiéndole sacarse el permiso de conducir a sus cuarenta y ocho años y comprarse una furgoneta Ford con la que junto a mi madre, que era quien tenía las dotes y habilidades para vender, comenzaron a llevar su producción al Mercado de La Laguna, en muchas ocasiones les acompañó mi hermano antes de irse a su clase en la Universidad. Esto supuso un cambio favorable muy importante para la economía familiar, pues ya no estábamos sujetos al capricho y abuso del gangochero.
   Por recuerdo y homenaje al duro trabajo de mis padres, en un futuro capítulo, intentaré describir un poco su actividad agraria, en la finca conocida por El Portugués, pues luego tenían otros terrenos de los que solo atendían los antiguos árboles frutales, de los que había algún ejemplar de nisperero, ciruelero, peral, albaricoquero, higueras de higos mulatos, pencones para higos picos y uvas; las huertas próximas a mi casa destinadas pocas veces a batateras y muchas al millo como forraje para las cabras, que le tocaba a mi hermano ir a cortar, aunque el forraje principalmente lo traían mi padre en una ancha saca o mi madre, siempre recuerdo con mucho cariño el ramito de Flor de risco o lavandas que mi madre me traía en la parte más externa de su saco de hierba "enflorinado" y que yo ponía en una jarrita de mi casita de juguetes.
   En estas huertitas de al lado de mi casa mi madre,  a diferencia de la insatisfacción y rebeldía que mostraba mi padre con la injusta vida del agricultor,  con su actitud siempre positiva y entusiasta sembraba alguna semilla de calabaza o bubangos, cebollas,
ajos, hierbas aromáticas como perejil, hierbahuerto, medicinales como manzanilla, salvia, pasote; así como sus flores, en una época crisantemos para los fallecidos que por aquel entonces solo se llevaba en noviembre  luego  sembraría lluvias y rosales que se sumaban al vergel que era el patio de nuestra casa, pero todo esto le obligaba a ser su única responsable de este trabajo añadido.
   También poseían otras parcelas que se quedaron abandonados por ser de secano y estar muy aislados y donde habían frutales como algún castañero, nogal y guindero .


Siempre que veo flores de risco o lavandas en el campo, sonrío en mi interior con una
infinita dulzura recordando que eran las florecillas que mi madre me traía con tanto cariño.

Candelaria, a 28 de junio de 2016

4 comentarios:

  1. Sólo faltan fotos de los vecinos que nombras para que me parezca que yo he conocido todo eso que nombras ;)

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  2. Jajaj gracias por ser mi ánimo constante, pero si de logro trasladarte un poco a ese tiempo, misión cumplida por mi parte. Un abrazo

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  3. Hermoso y bello comentario como ya nos tienes acostubrados con tus relatos Mari Carmen, describes perfectamente el agricultor de esa epoca y su vida dia a dia junto a su familia, gracias por compartir tus bellos recuerdos.

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  4. Gracias por tus palabras, me alegra que así lo veas. Saludos

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