lunes, 29 de agosto de 2016

Las Fiestas endulzadas con truchas, rebanadas y bizcochón



  





  LAS FIESTAS y CELEBRACIONES: momentos de cultura, ocio y encuentro vecinal y familiar

  Navidad y Reyes: siempre han sido fiestas familiares, comenzaban unos días antes con la elaboración de truchas de almendra. Mientras vivió mi abuela las hicimos en La Morra, donde nos reuníamos un buen grupo. Mi abuela era la experta en preparar el hojaldre, la harina a la que le añadía, tras ser colada, un poquito de agua que había hervido con una cáscara de limón, unos granos de anís y una trocito de canela en rama y a todo ello le añadía un poquito de manteca y luego había que amasarla hasta el punto adecuado y forrarla en un paño para que no se secara Dar ese puntito exacto también lo lograría mi madre y le tocaría años después.
En el lebrillo se mezclaba “la masa”: con un número importante de yemas de huevos caseros, de los que mi abuela había estado reuniendo en una bandeja que guardaba en la mesa del poco usado comedor; unos kilos de almendras a los que previamente les habíamos quitado la cáscara, tras sumergirlas en un caldero de agua caliente; azúcar, unas pocas de galletas, unas cuantas batatas, pero no demasiadas, ¡Las nuestras eran truchas de almendra!; un chorito de licor como anís,  mejor el “del mono”, o de Maríe Brizard, unos granos de matalahuga o matalauva (semillas de anís, en grano),... 
Toda esta masa se molía en el mismo aparato que servía para moler la carne y tocino para los chorizos. Ellas cogían un poquito en la punta del dedo y paladeaban hasta descubrir que ingrediente se había quedado corto y había que volver a poner.
Cuando todo estaba preparado, las mayores cortaban trocitos de la harina amasada y con el rodillo o “canuto de madera” extendían la masa en una fina tira, y se colocaba la escudilla, provista de su pequeño pie o base, sobre la tira de harina y con el cuchillo se pasaría a su alrededor para desprender cada unidad. Estos círculos se separaban de la taza y se colocaban en la mesa previamente espolvoreada de una finísima capa de harina, para que no se pegase al hule y tampoco que se añadiera a la superficie del corte hecho. Luego nosotros la rellenábamos de la masa, cogiéndola del lebrillo con una cuchara y había que coger una cantidad razonable para que el comensal pudiera disfrutar de unos buenos bocados pero evitando pasarse ya que se “reventaban” en el momento de freírlas. Luego se unían los bordes del hojaldre y se sellaban presionando con un tenedor por los bordes, hubo un tiempo en que le hacían unos decorativos pinchacitos en la parte superior, para evitar que se abrieran, pero luego vieron más apropiado no hacerlo porque se salía elcontenido y ensuciaba el aceite caliente y había que colarlo demasiadas veces.
 A medida que se hacían se iban acumulando en el poyo que se cubría del famoso “papel vaso” o con manteles de tela y a su vez  también servirían para separar las sucesivas filas que se iban superponiendo. Cuando ya habíamos hecho una cantidad importante, mi madre empezaba a freírlas mientras los demás terminábamos de hacerlas. Ella pasaría las bandejas de truchas fritas a unas cajitas forradas con el papel vaso y de allí se repartían para todos y las de mi abuela quedarían guardadas en el comedor a donde acudiría a reponer la bandeja que por estas fechas siempre estaría en las mesa de la cocina. En el momento de comerlas solían espolvorear un poquito de azúcar por arriba.
También si sobraba harina, le ponían un poquito de zumo de naranja y hacíamos rosquetes, moldeando, con las manos limpias, esos tubitos de harina que se unían por los extremos, que luego tras freírlos se almibaban.


Otro momento importante de estas fechas era la llegada de los Reyes, no había Cabalgata pero teníamos la misma ilusión que los niños de ahora, aunque los regalos fuesen más modestos: un parchis familiar, un pijama, ropa interior, y para mi lo más importante era poder estrenar muñeca o cuando no, el vestidito nuevo que mi madre le había estado haciendo a mi antigua muñeca, luego para las niñas calderitos, para que fuéramos aprendiendo lo que se supone nos esperaba y para los chicos cochitos, bolsas con indios y vaqueros. Y en mi casa siempre acompañaban las bolsas de peladillas.


 Los Carnavales o Fiestas de invierno, como se llamaban en Canarias ya que oficialmente en aquellos tiempos de la dictadura estaban prohibidos en el país, me traen buenos recuerdos, pues mi tía siempre nos vestía con algún atuendo que guardaba en casa de mi abuela, en la cómoda del cuarto de dentro, nos pintaba unos bigotes quemando un tapón de corcho, aún puedo sentir su respiración cerca de mi cara mientras me pintaba, lógicamente siempre que hablo de mi tía es Concha, pues tía directa no tengo ni tuve otra. Luego nos ponía un antifaz y aunque nuestro recorrido era de El Barrero a la Morra, para mi era una gran cosa.
  También recuerdo asomarme a las ventanas traseras del casino y ver los animados bailes de máscaras y disfraces, aunque a veces era difícil, pues en ese callejón nos reuníamos muchos curiosos. Sin embargo del Centro no tengo imagen de esos bailes.
  Por estas fechas tanto mi abuela como mi madre siempre hacían torrijas o “rebanadas” que es como las llamábamos. Mojábamos la corteza de las rodajas de pan en un platito con vino y luego la sumergíamos completa en otro con leche y finalmente se bañaban en un preparado de huevo batido con rayaduras de limón y canela espolvoreada y listas para freír. Te las podías comer acompañadas de miel o de azúcar .
  Las Fiestas de la Cruz en el Aserradero, allí se levanta una capilla del siglo XIX destinada a la Cruz y en los años que yo describo los vecinos pedían por el pueblo y se celebraba una fiesta importante: se decoraba con banderitas y rosarios de luces, se hacía verbena con orquesta. Me gustaban mucho las carreras de sortijas con caballos, recuerdo entre los jinetes a Lucio el de Amalia, ya fallecido, Pedro el de Lito,.... En esas fiestas mi tío Pepe, que vivían al lado, montaba un ventorrillo en unos de los cuartos de la casa, al igual que lo hiciera mi abuelo Pepe en el pasado; Cho Pedro subía al Aserradero el carrito de las golosinas; venía hasta la turronera de Tacoronte.
carrera de sortijas
También recuerdo oír a mi abuela que estas fechas se endulzaban con el arroz con leche espolvoreado de canela.
 Por su puesto tanto en su casa como en la mía se enramaba una pequeña cruz de madera que se colgaba en un lugar destacado de la pared del patio.
  Ya hace muchos años que estas fiestas dejaron de celebrarse y se redujeron a actos religiosos y algunos fuegos artificiales.


  Las Fiestas de El Carmen en el Barrio del mismo nombre. Cuando llegaba julio era su turno. La capilla es relativamente reciente, de la juventud de mi madre, de hecho ella me contaba que antes, en esas fiesta, las familias también participaban de la decoración poniendo en sus ventanas, a modo de cuelgas, sus mejores bordados o bonitas colchas, aparte de las banderitas y arcos que se ponían por las calles.
  Yo recuerdo sus verbenas en la plaza en torno al kiosko, pues en aquella época de niñas bailábamos entre nosotras. Estas fiestas se han mantenido y han ganado prestigio con su gala.
  Las Fiestas patronales de San Juan Degollado
Fotografía compartida de la página de facebook
 Historia y Rincones de Arafo
 Comenzaban el Viernes último del mes de agosto con la cabalgata anunciadora: con los gigantes y cabezudos que tanto miedo me daban de pequeña, los jinetes del pueblo luciendo sus hermosos caballos, las majorettes infantiles, la Banda de Cornetas y Tambores, que venían de Sta Cruz, los acordes de alguna fanfarria y nuestras bandas, y lo mas llamativo las decoradas carrozas con las Reinas de cada Sociedad (Casino Unión y Progreso y Centro Cultural y de  Recreo) y la de Reina de las Fiestas y sus damas, que en un principio eran seleccionadas previamente por la Comisión de Fiestas sin celebrarse gala de elección, y que por este motivo años después se empezaba la Fiesta el jueves con esa gala y ya la reina pasaría a ser elegida por un jurado, lo único que la Cabalgata se mantuvo el viernes, aunque había perdido su papel de anunciadora. Hoy por nostalgia me apena que esa Cabalgata haya sido suprimida. El viernes continuaba con un corto acto de coronación de la reina en el escenario de la plaza y seguía con una animada verbena. Recuerdo que nosotras nos poníamos a bailar en la zona más próxima a la torre de la iglesia.
  El sábado de San Agustín era un día más bien tranquilo con acto religioso, algún encuentro deportivo amistoso en los que participaban los equipos locales y los invitados tanto en footbal, baloncesto y para éste último se improvisaba "una cancha" en el espacio comprendido entre  la iglesia y el Casino, donde se colocaban unas canastas. Al encuentro lucha, en el campo que se acondicionó por detrás del cine, nosotras no íbamos. 
   Otro año incluían un concierto o también lo que llamaban el coso de flores con vehículos engalanados y por la tarde y noche baile en ambas sociedades. Sin embargo pocos años después a la época de mis relatos, comenzó al celebrarse la Romería de San Agustín que ha pasado a ser el día más visitado de las Fiestas.
  El domingo era el día principal y había que estrenar ropa y zapatos. Además nuestras madres iban de peluquería y se hacían los recogidos de moda. Recuerdo las peluqueras de aquella época: Irlanda, Lalita, luego Siri,... y los barberos o peluqueros masculinos: Horacio el más mayor, Santiago, el otro Horacio Fariña, más joven,...Solo algunos hombres usaban el sombrero de salir "el de fieltro" (pues todos usaban el otro sombrero ya fuera de paja o de fieltro para evitar el sol en las faenas agrícolas).
 Tras la función religiosa, en el escenario de la plaza pues el antiguo kiosko para la banda había sido sustituido por una amplia fuente rodeada de rosales; era la hora del concierto de música de mediodía, que alternando cada año, le correspondía a una de las dos bandas del pueblo. Y por la tarde la Fiesta de Arte, presidida por la Reina de las fiestas, de los casinos y a veces la de los municipios vecinos; contaba con un mantenedor, algún rapsoda, nuestra coral y unas piezas musicales de la Banda que le tocaba ese año los actos principales. Por nuestra edad, para nosotros, era el día más aburrido y nos dedicábamos la tarde entre paseo y música.
  Por la noche procesión y fuegos artificiales  y luego baile en casinos para los mayores.
  El lunes de tarde, la Jinkama automovilística (o gincana) era lo más divertido, se realizaba entre la iglesia y las proximidades al casino. Participaban varias parejas, chico y chica jóvenes de aquella época, iban en un coche, que lógicamente conducía él, y tenían que parar en cada lugar donde había una prueba a superar, ganando el que menos tiempo tardaba en realizar todas las pruebas del circuito. Recuerdo que Tinino, hoy fallecido, solía lograrlo muchas veces.
 También había concurso infantil de trajes o disfraces. Baile de tarde en las sociedades para los mayores. Y de noche gran verbena en la plaza en la que sí participábamos con nuestro grupo de amigas y digo gran verbena porque en aquellos tiempos de faena agrícola no importaba que luego el martes fuera día laborable, ¡Era preceptivos para los vecinos!.
   Las Fiestas estarían acompañadas de las turroneras de Tacoronte, recuerdo que mi madre siempre me recordaba que le comprase turrones para llevarle a mi abuela; algún puestito de juguetes baratos, el fotógrafo con el caballito de cartón también venía algunos años, pues en esa pocas familias tenían cámara fotográfica, ¡parece la prehistoria si pensamos en que hoy los teléfonos móviles inteligentes, los smartphone, permiten hacer fotografías! Creo recordar  que algunas veces vino una pequeña noria,..
   Por su puesto en las casas esos días se mataban varios conejos, y gallinas para tener carne para celebrar las fiestas; no faltarían las sopas de gallina y el salmorejo de conejo con papas arrugadas; los dulces del pueblo: bizcochones, mantecados, piñas de almendra,...


   Otras festividades más bien de tipo religioso era El Corpus con sus alfombras desde la iglesia y por debajo en la llamada C/ Nueva. La Auxiliadora a la que mi madre le hacía una alfombra de pétalos delante de nuestra casa y la Semana Santa pues el miércoles, día del encuentro, en aquel entonces hacían recorrido por mi calle, El Barrero; La Concepción que mi abuela siempre encargaba un bizcochón pues primero por ser día de su madre y luego de su hija; Fátima por las calles de Aserradero y Lomo; San Juanito en la Viuda a la que acudí en alguna ocasión, tengo la impresión de que a la Romería de El Socorro empecé a ir algo más tarde, pero en la que siempre han participado los araferos...

   Otro día curios que recuerdo era la noche del 13 de agosto, que después de  cenar nos acercábamos a la plaza a ver cuantos romeros dormían bajo la  bouganville de la alameda, antes de terminar su peregrinación hasta Candelaria. 
   También bajaban vecinos del pueblo, unos caminando y otros en algunos de los camiones que habían en el pueblo y a los que engalanaban y habilitaban  detrás con unos tablones para asientos.
  Y una tradición especial era el día que se recordaba a los Difuntos (Día de Todos los Santos), que por aquel entonces era el único día del año en que se les iba a enramar y en esa época todos los difuntos de mi familia estaban en sepulcros en la tierra, pues después de sus fallecimientos habían comenzado los nichos de pared. Recuerdo que mi padre preparaba la corona arqueando un sarmiento o un alambre y mi madre la iba decorando con ramitos de crisantemos que ella había cultivado y que nosotros le íbamos cortando para que ella sujetara con la rafia hasta dejarlo todo cubierto , quedando una corona tan bonita como la de hoy en  una floristería.
     Como estas fechas coinciden con la recogida de las castañas, siguiendo la tradición, en mi casa siempre se tostaban para acompañar de un "fritango"o encebollado con trocitos de tocino y también se podían hacer guisándolas con unos granos de matalahúva o matalahúga .
    Cuando los mantenedores de las fiestas decían que "el pueblo hacía un alto en el camino para celebrar su festividad", me parecía la repetición de una frase hecha y no me paraba a pensar que efectivamente era eso, las fiestas eran el respiro periódico a la asfixiante vida de trabajo para subsistir. En aquel entonces no había un mes de vacaciones como ahora, en el campo se trabajaba todos los días de la semana de todos los meses del año y por eso, desde la noche de los tiempo, el humano buscó celebraciones laico/paganas o de credos para hacer ese alto en el camino, descansar, alegrarse, convivir con los vecinos, propiciar el noviazgo y de esas celebraciones surgen exaltaciones musicales, deportivas, gastronómicos, teatrales ... : ¡la cultura de los pueblos!. Pobre era aquel pueblo que no tenía sus propios grupos musicales, teatrales, pues no había dinero, ni facilidades para traer muchas actuaciones de grupos de otros lugares. Hoy con los medios de transporte y con el ocio como una actividad productiva económicamente, podemos hallar en la isla espectáculos procedentes de cualquier lugar del mundo. 
¡Aunque recordar el pasado es entrañable, afortunadamente la situación ha mejorado!. No obstante cada pueblo ha de mantener sus manifestaciones artísticas para aportar su contribución cultural a los demás.
   Dejo para otra ocasión un tercer relato sobre otras manifestaciones de encuentro, esparcimiento y cultura como las manifestaciones musicales, corales,  deportes, encuentros y competiciones de dominó y cartas en los bares del pueblo, teatro,... Siendo, de todas ellas, la música la seña de identidad de nuestro municipio.

Candelaria a 29 de agosto de 2016






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